miércoles, 26 de noviembre de 2008

In memoriam. El pollito (y III)


Pollito, nuestro último encuentro fue quizás una de las experiencias mas horribles que he padecido en mi vida, tanto es así que hice firme propósito de no verte nunca mas, tal fue el sufrimiento que padecí aquella trágica noche.
Recuerdo, pollito, que nuestro último encuentro tuvo lugar aquel desgraciado Miércoles de Abril. Era la famosa feria de Sevilla, y yo, solo y sin nada que hacer me enfrentaba a una tarde solitaria y aburrida, cuando para mi desgracia recordé algo que alguien me comentó: Si uno pasea por las zonas aledañas a la feria de Abril donde hay mucho tránsito de personas, es posible encontrar dinero que, caído de los bolsillos de gente beoda va a parar al suelo, sobre todo monedas sueltas y algún que otro billete.
Cayó la noche en la ciudad, el cielo estaba algo nuboso aunque no amenazaba lluvia y entonces decidí pasear por una zona relativamente cercana a la feria, a ver si tenía suerte y a algún borracho se le había caído dinero. Tras recorrer a pie un largo trecho desde mi casa, comencé a recorrer calles de una zona aledaña a la feria, zona de tránsito denso de personas que, o bien acudían a la feria, o venían de ella. Lo cierto es que, a pesar de mirar el suelo por las aceras bordillos e incluso por zócalos de portales, con la buena suerte que tengo solo encontré mierdas de perro en abundancia, así que al doblar una esquina, empecé a contarlas para así entretenerme. Mi andar, triste y meditabundo, mirando al suelo, contrastaba con el de la gente que cantando, tocando palmas e incluso con copas de vino se topaban conmigo. Había contado ocho mierdas de perro, cuando una mano tocó mi hombro a la vez que oía una voz que me decía:
-Hola, muerto, ¿que es de tu vida?. Eras tu, pollito, con bastantes kilos de mas. Había pasado mucho desde aquella trágica cena en que coincidimos la ultima vez, así que los dos teníamos ganas de saber que había sido de nuestras gafadas vidas.
-¿A donde vas por aquí? Me preguntaste
Y tras indicarte que estaba solo, me dijiste que tu también, que habías salido a dar una vuelta, y por ello decidimos tomar algo en un bar y así saber de nuestros infortunios. Como vivías por la zona, no me sorprendí al ver que poseías profundos conocimientos sobre los bares del entorno, querías ir a uno de empanadas gallegas pero que estaba cerrado, después a uno de tortillitas de camarones que también estaba cerrado, y así nos acercábamos sin darnos cuenta a la feria, hasta llegar a un tercer bar que se encontraba lleno a rebosar. Fue cuando cometí un grave error, te dije que mejor tomábamos algo en la feria, pues tenía un carnet que me permitía acceder a una caseta, y tu desgraciadamente aceptaste.
Nada mas entrar en el recinto ferial, un negro presagio anunció la entrada de dos gafes redomados en la misma. Vimos a los bomberos con las sirenas puestas, ya que había un conato de incendio en una caseta, recuerdo que los dos nos miramos como diciendo ¿ya sabe todo el mundo que estamos aqui?
Cuando llegamos a la caseta y nos acomodamos, te indiqué que habías engordado mucho, y me comentaste que pesabas 132 kilos debido a una depresión que te causo obesidad mórbida. Yo te conté mis penas, mi fracaso personal y profesional, mientras pedimos una botella de tres cuartos de vino fino y una bandeja grande de pescaito frito. Y a continuación, pollito, me contaste las tuyas sin dejar de alimentarte y de beber. Tras terminar la carrera estuviste con ese abogado en su bufete cerca de un año, “a prueba” y nunca te pagó dinero ni sueldo alguno hasta que, harto de trabajar gratis, te fuiste intentando sin éxito entrar en esa caja de ahorros, y por fin encontraste trabajo en una compañía de seguros, aunque solo de administrativo. Ni que decir tiene, pollito, que con tu suerte te mandaron al departamento de siniestros, porque siniestros es lo único que ha habido en tu vida. Te esmeraste y esforzaste, tu condición de abogado te permitió especializarte en recursos judiciales defendiendo a tu compañía, con la esperanza puesta en que reconocieran tu titulación en un ascenso que se demoraba cada vez mas en el tiempo. Pero la vida de un gafe, es como su nombre indica, gafe. Tu padre cayó gravemente enfermo, y como era tu única familia tuviste que cuidarlo y trabajar simultáneamente, robándole horas al sueño. Aquella chica a la que enseñaste todos los aspectos legales de tu trabajo y que entró seis años después que tu en la empresa, consiguió el puesto de abogado por el que tanto luchaste, aprovechando el mes de vacaciones que tuviste que coger en una obligada estancia hospitalaria de tu padre.
A la vuelta de esas "vacaciones", con tu padre enfermo en casa, tu futuro profesional quedó truncado porque, como me dijiste, te encontraste a esa chica ocupando el puesto que tanto anhelabas. “Yo puse mi experiencia y ella puso sus tetas", me comentaste. Simultáneamente a todo ello, esa mujer con la que iniciaste un noviazgo, y a la que pediste ayuda para cuidar a tu padre te abandonó por un guardia civil con el que se fugó a Canarias, y nunca mejor dicho, ya que te lo dijo solo seis días antes de marcharse. Con este panorama, y enfrentado a esa chica que ahora era tu jefa, la empresa te envió al departamento de reclamaciones, a dar la cara frente a los clientes en un lugar sin ninguna relación con el mundo jurídico y donde el ascenso profesional era del todo imposible. La posterior muerte de tu padre, dejándote totalmente solo, el abandono de tu novia y por último el fracaso laboral hicieron que te diera por comer. Y mientras contabas esto, con los ojos tristes y algo húmedos podía comprobar como te zampabas toda la bandejita de pescado, y a la vez apurabas la botella de vino. Fue cuando me comentaste lo de la agresión cuando empecé a darme cuenta de que estabas un poco raro. “Aquel hombre que había simulado un robo para cobrar el seguro, se abalanzó sobre mi y me lanzo un gancho de izquierda, me caí de la silla de lo fuerte que me golpeo, era la gota que colmó el vaso”, me dijiste mientras tu nariz comenzaba a adquirir un tono rosáceo y esbozabas una extraña sonrisa. Después de ese suceso, te dieron la baja por depresión e intentaste, sin éxito, un cambio a otro departamento, a la vez que te presionaban para que te dieras de alta. Cuando me dijiste que tu vida era una mierda, de repente, sin venir a cuento te pusiste de pie y gritaste dirigiéndote a unas chicas que bailaban en el tablao:
-Oleeeee gitanaaaa macizaaaa guapaaa y empezaste a aplaudir alocadamente mientras tu rostro adquiría un tono que del rosa pasaba al rojo pasión. Baco, el Dios de los borrachos, había acudido en tu ayuda, haciéndote olvidar las penas aunque con sus trágicas consecuencias posteriores. Sin venir a cuento, brindaste por M. (un personaje famoso) porque decías que “te caía mal” y a continuación intentaste bailar, pero solo pudiste levantarte para volverte a caer con tu pesado cuerpo sobre la silla, mientras tu rostro, ya todo rojo, comenzaba a sudar copiosamente. Y fue entonces, ay, me acordare toda mi vida, cuando dijiste que “estabas mal” y apoyando tu cabeza en mi regazo sin darme tiempo a reaccionar echaste toda la papilla sobre mis pantalones, vómito mezcla de pescado frito y vino de olor y color repugnantes, poniéndome perdido ante el asombro de toda la concurrencia de la caseta. Con servilletas de papel intenté eliminar, ardua tarea, todos esos restos que habías vertido en mis pobres pantalones mientras que, tumbado en la silla, tu rostro había pasado del rojo pasión al blanco cadavérico.
-Ay….ay….decías con los ojos entornados hasta que, transcurrido un rato recobraste parcialmente la conciencia y el portero de la caseta me sugirió que te llevara a casa, dejando un buen charco de vómitos en la zona donde estuvimos, que los camareros se afanaban en quitar vertiendo serrín sobre ellos. Con mucha dificultad te pusiste de pie, torpemente, ayudado por mi cuerpo delgado y flacucho, y echado en mi hombro, yo con mis pantalones todo perdidos de vómitos, cogimos camino de la calle tras decirme que “podías solo” algo imposible pues apenas te tenías en pie. Despacio, muy despacio, apoyándonos en algunos postes que sujetan los farolillos, con tu cara desencajada y pálida, pudimos avanzar mientras que otro fatal hecho estaba tomando forma: Comenzaba a lloviznar, una lluvia fina cuyo frescor parecía que te sentaba bien, hasta que llegamos a esa avenida Ramón de Carranza, que la recordare toda la vida. El diluvio universal, se nos vino encima a cielo abierto, justo en mitad de la calle, y fué cuando flaqueamos los dos , totalmente calados hasta los huesos. Cuando no podia con tu peso y estabas a punto de caer, dos policías acudieron en nuestra ayuda, uno de ellos por fortuna te agarró del otro brazo, y así,conseguimos alcanzar un portal donde nos refugiamos de la copiosa lluvia, mientras nuestros pelos parecian las cataratas del Niágara del agua que corrían por nuestros rostros.
-Caballero, permanezca aquí que vamos a llamar a las asistencias, te dijo el policía, mientras pedía ayuda por radio.
Al cabo de un tiempo que se me hizo eterno, dos sombras con un maletín aparecieron corriendo bajo una cortina de agua. Eran de la cruz roja, y tras hacerte algunas preguntas, tomarte la tensión y mirarte con una linterna me dijeron que te llevara a tu casa y si te ponías peor que llamara a urgencias, que las ambulancias estaban ocupadas y que “se te estaba pasando”. Así, pudimos con dificultad pillar un taxi (que encima tuve que pagar yo, como todo lo que te comiste) y llevarte a tu casa, menos mal que por lo menos te sabias la dirección. A duras penas pudimos llegar al ascensor,y te metí en el piso donde nada mas llegar te desplomaste en el sofá. Aproveché la coyuntura para limpiarme los vómitos algo mejor, aunque estaba totalmente empapado y muerto de frío, y así, esperando que la lluvia cesara me dieron las seis y cuarto de la mañana mientras tu comenzaste a roncar a pierna suelta. Cuando te deje, seguías durmiendo en el sofa y encima protestaste porque te desperté para despedirme. Esa fue la última vez que te vi. Llegué a casa totalmente empapado y vomitado, ¡y eso que solo había salido a ver si encontraba dinero en el suelo!
El Viernes, solo dos días después, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando la televisión dió la noticia de la muerte de M. aquella persona por la que habías brindado sencillamente porque te caía mal. Era increíble, tu gafe era tan grande que te cargabas a la gente brindando por ella. Aquella misma noche caí enfermo, el medico me dijo que era un enfriamiento debido al diluvio que me cayó encima, tuve fiebre y así estuve una semana. Desde entonces me daba miedo tropezarme contigo y jure no volver a salir contigo nunca mas.
Pollito, te imagino aquel día de septiembre cuando saliste de tu casa a trabajar, o mejor dicho a recibir insultos y dar la cara por esa compañía de seguros que tan mal te trató. Te dirigías a tu trabajo cuando tu corazón, tan grande como tu mala suerte, se declaró en huelga permanente y caíste desplomado en la calle. Como un perro, estuviste tirado sobre el asfalto hasta que esa ambulancia te llevó directamente a esas cámaras frigoríficas donde depositan los cadáveres. Por casualidad me entere bastante tarde de tu muerte en la mas absoluta soledad.Y me dió mucha pena.
Me imagino a San Pedro, con su manojo de pesadas llaves saliendo a tu encuentro y con acento andaluz, decirte:
-quillo, ya esta bien de tanto zufri. Voy a abrirte las puertas der paraíso…, momento en que se le caen las pesadas llaves sobre el dedo gordo del pie, mientras tu te encoges de hombros y le dices que ha sido sin querer, que no lo puedes evitar.
Descansa en paz, pollito. Te recordare siempre.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

In memoriam. El pollito (II)



Pollito, al salir del cole nos separamos pero no del todo. El contacto seguía, y bajo el nombre de “los de ciencias” o “los de letras” un pequeño grupo de compañeros seguíamos en contacto con mayor o menor regularidad.
Te decantaste por las leyes, otros compis por la medicina y, como casos raros, S se introdujo en el mundo del ladrillo y yo en el de los ingeniosos artilugios. A veces alguno de nosotros quedábamos en aquella cervecería los viernes por la tarde, y gracias a ello supe de ti, que no eras mal estudiante aunque tampoco de los buenos y la verdad, no me contaban nada significativo, solo que seguías “palante”, aunque me imaginaba que tu mala suerte haría auténticos y desastrosos estragos en la facultad, como yo en la escuela donde estudiaba.
Los intentos que se hicieron por reunirnos todos, no tuvieron suerte hasta que, al terminar la carrera de derecho el marquesito, niño pijo de la clase, celebró su flamante título por todo lo alto con su familia en un restaurante de postín,dado que su padre era un abogado de prestigio. Fue él quien, deseando tener un segundo “homenaje” tuvo la mala fortuna de querer reunirnos a los de ciencias y a los de letras en una “cena” de fin de carrera en su honor.
Recuerdo que empezó a llamar a toda la gente para reunirnos en un restaurante de lujo, pero casi todos éramos pobres de solemnidad, estudiantes sin terminar la carrera, así que la propuesta alternativa era tomar una cerveza con unas tapas en el sitio de siempre pero el marquesito, empeñado en su homenaje escogió como alternativa (trágico error) una cervecería-freiduría de las de barrio, donde te sirven bandejas de pescado baratas.
Yo no iba a ir, pero desgraciadamente, S. estuvo “animándome” porque “recordaríamos viejos tiempos”, y tu, pollito, habías sido invitado pero porque querían reirse de ti.
Aquella nefasta noche de finales de Septiembre, de los 17 “invitados”, solo aparecimos 8, el marquesito, vestido impecable con su chaqueta y corbata chocaba con ese ambiente de tasca de pescao frito de barrio, el Valverde, pelota del marquesito que, como él había acabado la carrera y buscaba afanosamente un puesto en el bufete del susodicho (nunca lo consiguió),y el caracaballo, cuyo rostro equino hacía, cuando éramos niños que le relincháramos en el recreo. Ellos tres habían terminado la carrera de derecho, y tu pollito eras el cuarto de ese gremio, pero. mala suerte, aún te quedaban asignaturas pendientes para terminar. Del lado de las ciencias, S. mi sufrido amigo dedicado al mundo del ladrillo y la construcción, el tito, un individuo pendenciero y revolucionario donde los haya, eterno delegado curso tras curso en el colegio y que, con esa condición estuvo a punto de pegarle a un cura delante del director del cole, y cada vez que me acuerdo de el me duele mi cogote pues un día me dio un tortazo en la nuca recién pelao que me tiro al suelo. El tito se decanto por la medicina, quizás para, después de liarse a piñas con alguien, curarle las lesiones y encima cobrarle la asistencia.Tambien apareció Paulino, gran amigo de todos que tuvo que dejar los estudios por la muerte de su padre, para ocuparse del negocio familiar, y por ultimo estaba yo.
Sentí alegría al verte, pollito, y pude comprobar que seguías estando algo obeso, nos saludamos y quise saber mas de ti, pero llegó el resto de la gente, y así, en grupo, pasamos a un estrecho comedor, decorado con Vírgenes del Rocío, toreros y folklóricas, nos juntaron dos mesas y nos acomodamos ocupando la presidencia (como no) el marquesito, a su diestra el Valverde y a su siniestra el cara caballo, indicando de esta manera que se encontraban “por encima” de todos nosotros.
Pollito, recuerdo muy bien que nos pusieron el uno frente al otro justo al final de la mesa, entre comentarios jocosos de “los gafes deben estar juntos” mientras hacían ademán de separar sus sillas y alejarse de nosotros, como si nuestra mala suerte no fuera a jugarles una mala pasada.
Nada mas servir las bebidas, tres enormes jarras de cerveza, el marquesito quiso emular su celebración familiar, y levantándose, comenzó a improvisar un discurso:
-Estamos aquí para celebrar que hemos acabado….
-¡¡¡¡Dame atun encebollaoooooooo!!!! Interrumpió una voz potente
-porque ya soy abogado en ejercicio…..
-¡¡¡¡Una de chocos y otra de chipironesssssss!!!! Dijo otra voz algo mas ronca
Y es que, el ambiente en el bar no permitía ningún discurso. Los camareros pedían los platos de los clientes a voces, y las mesas relativamente cercanas unas a otras restaban intimidad a la ceremonia protocolaria. Viendo que sus esfuerzos eran ímprobos, el marquesito terminó brindando con cerveza y pasándonos una tarjeta de visita, donde figuraba debajo de su nombre el rotulo, en mayúsculas, de “abogado”.
El camarero, después de servir las bebidas comenzó a tomar nota de los platos, y recuerdo perfectamente que nos recomendó unas ostras frescas, a ello siguieron boquerones, puntillitas, adobo y calamares si mal no recuerdo, que comenzaron a llegar gradualmente entre comentarios lejanos del principio de la mesa sobre una prometedora carrera juridica,halagada por el pelota del Valverde y el caracaballo.
Pollito, rápidamente me dí cuenta de que tu estabas ajeno a todo lo que pasaba en la mesa. Tu estrategia era el “dame pan y dime tonto”. La conversación empezó a derivar hacia ti, el Valverde contó algo sobre un profesor de la facultad que se cayó por las escaleras nada mas cruzarse contigo. Empezaron a reírse de ti, pero estabas ajeno a todo, sencillamente parecía que tenías mas hambre que los niños del tercer mundo y las bandejas que caían del lado de nuestra mesa eran devoradas inexorablemente por tu voraz apetito. De las ostras, pude arrebatarte un par de ellas, y de los calamares recuerdo como nos abalanzamos por el mismo ejemplar que pinchamos con nuestros tenedores, y cortésmente te deje que lo cogieras.
Creo recordar que fue precisamente cuando trajeron los calamares, el momento que esa cena comenzo a degenerar. Una bolita de papel de servilleta estuvo a punto de caer en mi cerveza, y pude comprobar cómo otras bolitas de papel empezaron a llover sobre nuestra zona. El Valverde, ademas de hacer comentarios jocosos sobre la mala suerte que teníamos, comenzaba a jugar al baloncesto tomando como canastas nuestras cervezas, el caracaballo observaba y reía a carcajadas, emulando a la mula francis cada vez que una bolita de papel salía volando por los aires, y así poco a poco esa fatídica cena se fue calentando hasta que una de las bolitas de acertó de lleno en la cerveza del tito el cual, de forma inesperada, proyectando fuego con los ojos y con cara de pocos amigos, cogió un limón de aliñar los calamares y , estrujándolo en la mano, amenazó al Valverde con tirarselo, ante lo cual el Valverde se defendió extendiendo el brazo con un tenedor en cuyo final había un boquerón pinchado. Tito, con muy mala idea, apretó el limón en su mano proyectando un chorro abundante de zumo que,en vez de salir recto, salió perpendicular y aterrizó en la corbata del marquesito, lo cual hizo que el Valverde esbozara una sonrisa cínica simiesco-mongoloide, y al mismo tiempo una carcajada equina salió de la amplia boca del caracaballo. Tito, ya muy enfadado, parece que seguía teniendo una edad mental de 10 años como mucho, cogió un vaso e hizo el ademán de lanzárselo, lo que derivó que en un movimiento instintivo ,al protegerse con el brazo, el Valverde dió un manotazo tirando una jarra de cerveza,la cual como un río se desparramó por la mesa, hasta caer en el suelo mojando todo lo que había a su paso, lo que hizo que nos tuviéramos que levantar rápidamente, incluso tu pollito, con la mojama en la boca te levantaste de un salto.
Después de ese incidente, los ánimos volvieron a una normalidad relativa, pero nos dimos cuenta que el Valverde y el caracaballo no sabían beber y estaban demasiado alegres. Viendo que tito estaba molesto y con ganas de bronca, Valverde y caracaballo pusieron sus ojos sobre nosotros los gafes, el caracaballo se levantó y se dirigió a nuestra esquina diciendo que “iba a cantar una saeta a los gafes”.La gran suerte de nuestra mala suerte es que el suelo estaba lleno de cerveza y el caracaballo se resbaló y cayo de rodillas, apoyando sus manos en la mesa, tirando del mantel de papel y arrastrando en su caída una bandeja creo que puntillitas que tuvo que ser repuesta, pero que te dejó tus pantalones, pollito para que los de ariel hicieran algún milagro. Por supuesto, la “cena” era seguida en directo por los sufridos camareros y algunas familias que se encontraban en mesas cercanas.
Al rato,cuando pensábamos pedir un postre para terminar, apareció un hombre bajito, calvo, regordete, con gafas de culo de vaso y un medallón de oro de 400 kilates de la Virgen del Rocío.
-Los caballeros pagan y se van, no se sirve nada mas, nos dijo con mala cara, y después de indicarnos que estaba reservado el derecho de admisión, que no sabiamos comportarnos y algunas lindezas invitándonos a abandonar el local, despidiéndose con una frase parecida a “estos ojos son dos camaras de fotos, aquí no entrais mas”. Era el dueño del bar que, harto de nuestro comportamiento nos invitaba a marcharnos.
Fue en la calle cuando el Valverde echó la culpa al tito de que nos echaran, momento en que tito se le abalanzo al cuello y tuvimos que separarlos entre todos, mientras entre ellos se intercambiaban todo tipo de insultos. El Paulino se llevo al tito por un lado, el Valverde, el caracaballo y el marquesito se fueron por otro, y así terminó esa trágica cena.

Al dia siguiente, tras desayunar comencé a sentirme mal. Un fuerte retortijón de estomago me llevó al baño donde tuve un primer episodio de diarrea, al que siguieron vòmitos. El medico me indicó que tenia una gastroenterítis, debida con toda seguridad a una intoxicación alimentaria. Cuando llame a S. estaba tambien en el retrete, donde pasaba largos ratos en compañía del señor Roca. Paulino nos indico que tambien cayo enfermo con los mismos síntomas de vómitos y diarreas, al igual que el tito, el cara caballo, y el marquesito. Pero sin duda quien estuvo peor, y a punto de ir al hospital fuiste tu, pollito. Todo parece indicar que las ostras estaban malas, y con tu mala suerte aliada a tu voraz apetito, te hartaste de ellas, y estuviste dos semanas enfermo, pasando largas horas en el retrete entre diarreas y pedorretas.
Quiero indicarte, pollito, que el año pasado me tropecé con el marquesito por la calle, iba todo enchaquetado y encorbatado. Volvió la cabeza al verme, se nota que no estoy a su altura o teme la mala suerte. Al tito lo veo a veces, y tambien me vuelve la cara. Ambos han llegado lejos profesionalmente y no querran nada con gafes y fracasados.
Y es que mientras que unos nacen con estrella, otros nacemos estrellados.

Pollito, ¿te acuerdas de nuestro ultimo encuentro? Fue terrible, me entran escalofrios al recordar esa noche, pero es largo de contar. Los proximos dias, en tu memoria, lo colocare en mi blog.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

In memoriam. El pollito (I)



Hoy ha sido un mal día. Una tarde triste, fría y melancólica, en la que al ponerse el sol salí a la calle,
apoyando mi cabeza en el hombro de la luna,
y le hablé de esa amante inoportuna
que se llama soledad,
como diría el Sabina.
Caminaba triste y melancólico por la zona comercial, iluminada y plagada de rostros felices, gente acompañada, charlando y de compras (cuanta envidia sentí) , cuando entre la multitud divisé por atrás una figura y una forma de andar inconfundible. No había duda alguna, era S. un amigo de la infancia con el que recorrí todos los cursos desde primaria hasta COU. Además, éramos vecinos hasta que hace años se mudó a otro barrio bastante alejado. Me daba miedo que S. me rechazara, pues consideraba que le infundia mala suerte si se encontraba conmigo en época de exámenes, porque los suspendía sin remedio. La última vez que nos vimos, su mujer sufrió un accidente doméstico dos dias despues de ese encuentro que, también de forma inexorable me lo achacaba a mi, aunque eso es otra historia que contaré si se presenta ocasión.
-Holaaa, le dije, acercándome por detrás.
-Holaaaa, gafe, guarra, mongui, toco madera, me dijo mientras llevaba sus dedos índice y meñique a la cabeza. Se apartó con miedo de mi, y por supuesto no me estrecho la mano, aunque sí se interesó por mi situación, mientras me decía que tenia algo de prisa, para zafarse de mi indeseable compañía.
-Ah, ¿sabes quien se ha muerto? Me dijo, cuando ya se marchaba, huyendo de mi mal fario
-¿Quién?
-El pollito, me lo dijo el Paulino que vivía muy cerca y se lo encontraba de cuando en cuando.
-No es posible, le dije yo, mientras un escalofrío , mezcla de pena y de sorpresa me recorría entero. ¿Pero como ha sido?, le pregunté, y me comentó brevemente algunos detalles de su muerte, antes de huir de mi, con un “tengo prisa” y desaparecer entre la multitud, buscando algún trozo de madera que tocar, y con miedo por lo que le pudiera pasar por haberse encontrado conmigo.
Esta noticia hizo que me sintiera mal, y durante el resto de mi solitario paseo, mis neuronas hicieron un recorrido por mi infancia y juventud pensando en el pollito, muchos recuerdos vinieron a la memoria y deseo plasmarlos aquí, en homenaje a mi querido y admirado pollito, gafe genuino como yo.
Pollito, recuerdo que teníamos 9 años cuando, en aquel inicio de curso nos vimos por primera vez. Siempre vestido con tu jersey amarillo, que nunca te quitabas (el color de los gafes) gordito y devorador de bocatas de salchichón, a los pocos días te pusieron el mote más adecuado: Pollito te bautizaron y con pollito te quedaste hasta tu muerte. Como un terrible presagio, Don Fernando, el cabeza plana, nos colocó a los dos en el mismo pupitre, y desde ese momento, nuestra clase comenzó a ser mencionada como paradigma de la mala suerte por todo el colegio.
¿Te acuerdas, pollito del día de la tormenta, que la única gotera que surgió en la clase del techo iba a parar directamente sobre nuestro pupitre? ¿ y del día en que se coló un murciélago en la clase y se vino directamente a nosotros?.¿y cuando nos pusieron una película y salio ardiendo la cinta? Recuerdo también cuando enriquito se colgó del fluorescente y dando un salto cayó sobre nosotros, que salimos ilesos mientras que él tuvo que ir al botiquín llorando, con el labio partido y con un brazo echado abajo. Nuestra amistad se fraguó en aquella época, y poco a poco todos los demás reconocieron nuestra condición de gafe. El pollito y el muerto (ese era mi apodo) pasamos a ser conocidos como la parejita feliz. Un suceso rompió nuestra amistad casi a final de curso, cuando con una gomilla construiste un improvisado tirachinas con el que acertaste de pleno en la calva del mediometro, y luego ocultaste el cuerpo del delito en mi pupitre, lo cual me costó un bofetón y un castigo por algo que hiciste tu. Eso si, la venganza vino después cuando te quité tu cuaderno y lo eche en el buzon. Recuerdo que tuvieron que llamar a correos para recuperar tus deberes….y otro castigo con su inseparable tortazo cayo sobre mi.
A partir de entonces, nos llevamos tan mal que nos cambiaron de sitio en la clase, aunque los dos cursos siguiente seguimos compartiendo aula y repartiendo mala suerte a diestro y siniestro.
Y te juro, pollito tal y como te repeti hasta la saciedad que en esa fatidica clase de gimnasia me dio un calambre justo cuando saltaste a piola, fue por eso que me moví y por lo que te caiste y te rompiste el brazo, te aseguro que no fue una venganza por mas que tu creas que fue intencionado. Mis padres me obligaron a llevarte aquel bizcocho casero en plan de desagravio, incluso me amenazaron con castigarme si no te lo entregaba yo. Fue cuando conoci a tu padre, que le decia al mio algo asi como “que difícil es educar a un hijo” y es que, pollito, con tu mala fortuna te quedaste sin madre nada mas nacer, pues murió de parto, y como hijo único no tuviste una infancia agraciada. Eso si, recuerdo que el bizcocho que te “regalé” te gusto tanto que cogiste una indigestión al zampartelo casi entero y de un solo bocado, pues siempre fuiste amante de la comida en abundancia.
Pasaron los años,nos cambiaron de clase y solo nos encontrábamos en el recreo. Los niños nos huian, teniamos fama de gafes en nuestras clases y asi, entre alguna enfermedades, caidas, mordedura de insecto o reptil, malas notas, todos los demas niños fijaban su vista en nosotros. Incluso cuando al director lo atropello un ciclista y la noticia corrió por el colegio, todos nos miraban de forma rara y se metian con nosotros cantandonos, en un coro improvisado, aquello de "gaaafe gaaafe gaaafe".
Pasaron los años del colegio, y en la universidad tu escogiste las letras y yo las ciencias, cada uno optamos por caminos diferentes pero con la mala suerte como factor comun que nos unía.
Estoy triste. Mañana intentare contar nuestros últimos encuentros.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Porque los gafes no debemos ir a concursos de televisión

¿Eres gafe y te atreves a ir a un concurso de TV? Aparte de que, evidentemente, no ganaras nada, corres serios riesgos....


jueves, 6 de noviembre de 2008

El gafe taurino





Aquella tarde de otoño sonó el teléfono de mi casa, cosa no muy habitual pues la gente, dado mi mal fario, me rehuye habitualmente.
-Hola, soy tu amigo R. ¿Cómo estas, te apetece un café?
-Claro que si, ¿Dónde quedamos?
-En el bar tal, frente a la plaza de toros
R es un ejemplo de gafe de la tercera edad. Una esposa, dos hijos, y un despacho profesional de cierto renombre avalaron su éxito hasta que, al jubilarse, su mujer le exigió el divorcio tras 39 años de matrimonio, rompiéndole toda su vida. Vive solo, de alquiler en un piso pequeño y sus ingresos se limitan a una pequeña pensión de autónomo mientras su mujer y sus hijos, con los que no tiene tratos, se encuentran alojados en la vivienda familiar, mas grande y lujosa. La soledad le ha llevado a la depresión y a buscar compañía para no tener que hablar con las paredes de su pequeño piso, así que, de cuando en cuando, a pesar de conocer mi condición de gafe, se atreve a llamarme. “¿que mas puede pasarme, si ya lo he perdido todo?”, me suele decir jocosamente.
Aquel bar donde nos íbamos a encontrar estaba frente a una de las entradas del coso taurino, lugar de fortuna y fracaso, de sangre y de muerte, y tras saludarnos y sentarnos, la conversación derivó hacia la tauromaquia.
-¿Sabes que una vez estuve a punto de que un toro me cogiera? , dijo R, lo cual picó mi curiosidad.
-Cuenta, cuenta…
-Pues sucedió hace muchos años, mis hijos eran pequeños, habíamos salido al campo y paramos en el borde de la carretera para coger corcho para el Belén, pues las navidades estaban cerca. Lo cierto es que, mientras mi mujer y mis hijos estaban cercanos al coche, yo me adentré un poco mas en lo que parecía una dehesa, y cuando me dí cuenta estaba al lado de un abrevadero, donde a menos de diez metros había un toro bravo pastando que ni había visto y que desgraciadamente avanzaba hacia mi. Decidí permanecer totalmente inmóvil, como una estatua y así estuve cerca de media hora hasta que por fin el toro decidió alejarse. ¡Que miedo pasé!.
-Yo también tuve una experiencia con toros, le indiqué.
-¿Y te pasó algo?, porque con tu suerte…..
Y viendo que tenia curiosidad por conocer mi vivencia taurina, le conté lo que me ocurrió:
-Sucedió hace cinco o seis años. Mi amigo F. estaba recién casado, y dándole lastima de mi situación, solo con mala suerte y sin salir de casa, decidió invitarme junto a su esposa a salir al campo, a hacer una ruta de senderismo, almorzar en un restaurante y de paso estrenar su flamante coche nuevo. A mi amigo F. le dije si tenia amnesia, pues mis viajes con él de soltero en su antiguo cuatro latas amarillo no fueron afortunados (en un viaje nos caímos a un canal de riego, en otro nos equivocamos de carretera, recorrimos 30 kilómetros de más y encima pinchamos de noche y sin rueda de repuesto en una carretera secundaria) y si no le daba miedo que les acompañara, pero me cortó con una frase tal como “lo tengo a todo riesgo”.
Y así, con un poco de miedo en el cuerpo, el flamante vehículo recién comprado enfiló la carretera hacia una sierra al norte de la provincia, y curiosamente nos acompañó el tiempo, invernal pero soleado, y el vehículo que, cosa rara, no sufrió ningún percance.
Después de aparcar, comenzamos a andar por un bello sendero señalizado y que, con fincas a los lados, discurría casi en su totalidad paralelo a un arroyo y a una ladera algo escarpada. El paisaje, bellísimo, dejaba ver algunos gorrinos echados en el campo y algun rebaño de ovejas balando, así como numerosos castaños, encinas y olivos. Avanzamos por el camino, y a lo lejos oímos el tolón tolón típico de algún rebaño de ovejas, que cada vez se nos hacia mas fuerte. Al bordear una curva, descubrimos algo horrorizados lo que se nos venia encima: Una manada de entre diez y quince cabezas de ganado compuestos por vacas y toros avanzaba lentamente hacia nosotros por el camino, sin que ningún pastor o ser humano las dirigiera. Estaban, sencillamente, sueltas. Tolonnn Tolonnn Tlonnn Tlonnn, sonaban cada vez más cercanos los cencerros del ganado, entre los cuales distinguimos un toro de color marrón que por su tamaño y cornamenta nos metió miedo en el cuerpo y un poco mas rezagados venía otro grupo de toros y vacas entremezclados. El camino, algo estrecho, limitaba por un lado con un terraplén que conducía al arroyo y por el otro con una falda de una ladera muy empinada, que era casi impracticable donde había algunos olivos alternados con encinas situadas en pendiente y no nos quedó mas remedio que trepar hacia ellos como pudimos y apoyarnos cada uno en un árbol, en su parte opuesta al camino para que el ganado no se fijara en nosotros. Poco a poco, las reses pasaron indiferentes por el sendero, más ocupadas en buscar pastos que en cornear a seres humanos, y cuando vimos que el último toro se encontraba lejos de nosotros, decidimos regresar al camino, no sin respirar de alivio, ya que en mi caso esperaba si no una cornada qué menos que un puntazo o un revolcón dada mi condición de gafe. Para bajar de la escarpada pendiente, tuvimos que agarrarnos con las manos a las ramas del árbol y, dando un salto, caer de pie en el camino. Yo, al dar el salto y caer noté que la tierra cedía ante mis pies. Supuse que era barro pero, la suerte de un gafe no podía ser otra: Alguna de las reses, a su paso por el camino había hecho de vientre, y mis pies cayeron sobre una enorme e impresionante mierda de ganado vacuno. Sin duda, el toro o la vaca que había usado el camino como un vulgar retrete padecía algún tipo de afección diarreica ó gastroenteritis, pues además de ser blanda y fresca era muy, pero que muy abundante. Tanto que, llevando calzado deportivo, los residuos orgánicos habían llegado hasta la parte superior de los talones, calcetines, bajos de los pantalones y la totalidad del calzado digamos que se “sumergió” literalmente en la impresionante y abundante boñiga.
Para complicar la situación, no era posible acercarse al arroyo porque el terraplén lo impedía y hube de recorrer unos doscientos metros con la mierda impregnada en los zapatos hasta que ,ayudado por una rama de árbol, me limpié como pude, y posteriormente, al cabo de un kilómetro, una amplia explanada que hacia posible llegar al arroyo,me permitió contaminar sus aguas hundiendo alli el calzado e intentando eliminar esa costra que ,cosa curiosa, a pesar del abundante agua a que la sometí no se terminaba de ir. Después de esa precaria “limpieza” los calcetines, los bajos del pantalón , y una amplia zona de las suelas seguían presentando fragmentos amplios de estos residuos que, aferrados como lapas, y comenzando a endurecerse, decidieron acompañarme en la excursión como polizones indeseados.
Al llegar al pueblo, entramos en un restaurante para comer, y alli, en un entorno cerrado, pude comprobar que los fragmentos boñigueros que quedaban olían mucho y de forma no muy agradable y para colmo, al lado de nuestra mesa, tuve la mala suerte de que se intentó colocar una familia con un niño de unos siete añitos que, angelito inocente, decía algo así como “mama aquí zan cagao o zan tirao un peo” mientras yo disimulaba admirando la belleza de la lámpara del techo, matrimonio que optó por colocarse en una mesa mas alejada con prudencia y disimulo. Los camareros, algo diplomáticos, disimulaban pero el olor del ambiente, mezcla de comida y excremento vacuno, no resultaba nada agradable con lo cual el almuerzo fue fugaz y breve dado lo incómoda de la situación.
Concluido el almuerzo, y sin parar para tomar café, regresamos en el flamante y nuevo coche, el cual hubo de ser sometido posteriormente a una limpieza exhaustiva y a fondo de los bajos de la parte trasera y que no estaba incluida en el “todo riesgo”. Mi amigo F. tuvo que comprar dos ambientadores, uno de ellos para la parte trasera que tuvo que dejar y recambiar varias veces, permaneciendo, a su pesar, el mal olor durante mucho tiempo. En cuanto a mis calcetines, los zapatos y los pantalones tuvieron que someterse a un proceso de lavado y desinfección a pesar del cual, durante un mes seguían “oliendo”.Tal era la potencia odorífera de la boñiga de la res diarreica.
Como veras, amigo R. yo también he tenido “experiencias taurinas”……le dije mientras apuraba mi taza de café mirando al coso.
Y R. solo tuvo fuerzas para decirme:
-Desde luego eres el campeón de la mala suerte.
Y es que lo que no me pase a mi.....

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Un gafe de Mississipi mordido por una serpiente de cascabel, picado por abejas y herido con su propia arma




Dale Cupp, guarda forestal en el estado de Mississipi, estaba limpiando la parte trasera de su casa. Se dió cuenta de la presencia de la serpiente, así que decidió ir a por su arma. Durante el trayecto hacia la serpiente, se cruzó con un enjambre de abejas, que le provocó la caida y el disparo fortuito de su arma. Herido en la rodilla, finalmente fué mordido por la cascabel. La mordedura le provocó cuatro paros cardiacos, aunque finalmente, salvó la vida. Un mal dia, sin duda.....

Colega, te deseo una feliz recuperación, mereces estar en este blog por méritos propios.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Porque los gafes no debemos ir al cementerio....

Gafe Mortuorio


La verdad es que soy un gafe precoz, comencé muy joven pues me caí de la cuna a los siete meses de edad y para llevarme al hospital el porrazo debió de ser de alivio, según me contaron. Sin embargo, hoy, por ser el día de los fieles difuntos me vienen a la memoria algunos recuerdos un tanto borrosos de mi primer suceso como persona poco afortunada.

Ocurrió un día caluroso de verano, yo tenía cinco o seis años, no lo recuerdo con exactitud cuando, mi abuelo materno, enterrado en el cementerio de la gran ciudad donde resido, “cumplía”.Cumplir quiere decir que te expropian del nicho, y los pedacitos que quedan de ti pasan a una cajita mas pequeña para meterlos en otro enterramiento que ocupa menos espacio, o si no tienes dinero, pues van al hoyo del osario común.

Y a mi señora madre, no se le ocurrió nada mejor que aprovechar la coyuntura para llevar al abuelo al pueblo donde nació, a 30 kilómetros de la capital para que “estuviera cerca de su hermana”. Y tras algunos tramites de permisos de enterramiento, y mucho papeleo, como la ocasión lo "merecía", mi padre alquiló un coche con un chofer, “de los buenos” (Un dodge dart negro en concreto) para llevar al abuelo, o lo que quedaba de el en una cajita en el portamaletas. Para rematar la faena, un cura de una iglesia cercana nos acompañaba en la “excursión” a fin de rendir bendiciones y oraciones póstumas al abuelito, y de paso almorzar de gorra, o eso se creía el.

Recuerdo el recoger una pequeña urna en el cementerio grande, que fue colocada en el amplio maletero, ver el paisaje por las ventanillas de un cochazo enorme y llegar a un pequeño cementerio, situado en lo alto de un risco y pegado a una ermita, que concretamente es la de la patrona del pueblo en cuestión..

Recuerdo perfectamente al unico enterrador del pequeño cementerio, hombre mayor lleno de arrugas, vestido todo de gris y con una boina del mismo color que solo repetía “no zemos nadie” y “aquí acabaremos tos nozotros”, y también la ceremonia fúnebre, donde el cura extrajo de su bolsillo una botellita con agua bendita y empezó a decir cosas raras en latín mientras que arrojaba sobre la cajita de madera todo su contenido.

Una vez que el enterrador había tapado el hueco, se formo una pequeña tertulia con el cura y el enterrador, mi madre llorando y yo, pequeño, gafe y travieso, aproveche la ocasión para correr por el recinto,fijándome en que en una de las paredes del fondo había un montón de tierra apilados, y algunos nichos vacíos, lo que me llamó la atención y me acerque al lugar para verlo mas de cerca. Justo sobre el montón de tierra, había un nicho que tenia puesto un bonito jarro pequeño con flores, así que, aprovechando el montoncito de tierra, me subí para cogerlo, pero como mi estatura era pequeña, lo único que conseguí es que el jarrón se cayera sobre mi, resbalara sobre el montón de tierra y me caí de rodillas. Rápidamente acudieron mi padre, el cura, el enterrador y tuvieron que llevarme al medico del pueblo, sin contar con que el traje que llevaba para la ocasión era “especial”, pantaloncito corto y camisa blanca, que quedaron muy sucios como era de esperar. Después me enteré que “el montoncito de tierra” eran restos provenientes de desenterramientos y de difuntos que habian expropiado. Ni que decir que nos quedamos sin almuerzo pues me dolia la rodilla bastante estaba hasta arriba de polvo y nos vinimos de regreso. El pobre del cura se quedo sin almuerzo..

Si es que soy gafe desde pequeñito…….