miércoles, 10 de noviembre de 2010

El Socialista Picante

La verdad es que ando bastante desanimado para escribir, pero a veces viene bien para desahogarse, y aunque hace ya tiempo que abandone mi “trabajo” de sacristán, no puedo por menos que relatar la despedida que tuve. Y por supuesto, cuando escribo esto , cojo y con el dedo gordo del pie mas negro que mi futuro, me encuentro convaleciente de un porrazo que me he pegado que contare pronto por aquí
Hace ya un par de años, una mañana fría de otoño retozaba en mi antiguo trabajo sin nada que hacer. Aunque había cosas que realizar, el nombramiento de cierto individuo como jefe del departamento , nos dejo a todos sin trabajo. El tipo solo aparecía de cuando en cuando, y con las excusas mas diversas no venia a trabajar. Y el dia que, desgraciadamente se le cruzaban los cables y acudia a la oficina, acabábamos todos fatal. Solía venir solamente dos o tres veces al mes, nunca a primera hora de la mañana, y sobre las dos de la tarde nos convocaba a una “reunión” donde nos encomendaba tareas sobre las que divagaba, no concretaba nada, y encima no tenían nada que ver con nuestras funciones sobre las que pasaba de puntillas, adornando la “reunión” de trabajo con una narración sobre las grandes amistades que tenía. Así, nos dijo que nos traería una foto dandole un abrazo a F.G. (uno que fue presidente del gobierno), a lo que seguían numerosas referencias con nombres y apellidos de amigos a los que calificaba de “íntimos” hablando de senadores, diputados nacionales y autonómicos, consejeros, directores generales, alcaldes, y demas fauna variopinta de las que presumía en muchos casos de “haberlos iniciado en politica” y de ser amigos íntimos suyos. De este individuo ya puse un post con una dedicatoria.
Aquella triste mañana de otoño, sobre las 11 de la mañana, hartos de estar sin hacer nada un compañero y yo fuimos a desayunar a una taberna especializada en chacinas cercana, cuando una sobrecogedora visión altero nuestros pensamientos: A lo lejos, un lujoso audi rojo avanzaba hacia nosotros. A los pocos segundos, divisamos al volante el asqueroso rostro barbudo del pseudoprogre. El día se nos presentaba mal, el individuo había aparecido así que sabíamos que sobre las dos de la tarde tocaba mitin político. A llegar a la taberna y pedir al camarero, sin pensar pedí café y media tostada de socialista picante. El camarero me miró extrañado, y me di cuenta de mi error. Había querido decir chorizo picante, pero pensando en el individuo me equivoque de palabra. Cuando, en aquella época mi economía me lo permitía, cada vez que pedía chorizo picante, el camarero, recordando aquel episodio encargaba a gritos desde la barra diciendo dame socialissssta picanteeeee o bien socialista picanteeee para el caballeroooo apareciendo con la apetitosa chacina.
Un domingo del caluroso julio, entre la misa de primera hora y el mediodía, Don José que aquel dia tenia ganas de desayunar me invitó a un café en un bar situado frente a la iglesia, y allí, viendo una ristra de chorizo colgada en el interior de la taberna le referí la citada anécdota. En un acto de caridad cristiana que le honra, me invito aquella mañana a media tostadita de chorizo.
Mis últimos dias como sacristán fueron bastante malos. Antoñito, llegaba todas las tardes, y los últimos días que permanecí, mientras narraba increíbles martirios lanzaba algunas indirectas, celoso de mi y pensando que podía arrebatarle su trabajo.
Así, un dia me dijo que había una mosca muerta en el manto de la virgen, pero que solo el podia quitarla porque el manto valía “cien mil millones de euros”. La ultima tarde que lo soporte, mientras narraba el martirio de San Vicente, a manos del malvado Daciano, que ordeno descoyuntarlo, cuando al pobre lo estando dejando pal arrastre, cambio de tema para decirme que “en Septiembre hay que limpiar la plata para los actos del Pilar” para pasar a describir como desgarraban el cuerpo del santo con garfios de hierro. De esa descripción paso a decir que para limpiar la plata había que venir a las cuatro de la tarde toda la semana anterior, y que el proceso era muy delicado, y solo el sabia como limpiar la plata. Tras colocar a San Vicente en un lecho de ascuas ardientes, con el cuerpo descoyuntado y desgarrado, me dijo que para mediados de Septiembre había exposición del altisimo, y que había que acondicionar y adornar un retablo lateral, para acto seguido, comenzar a narrar el martirio de una monja en África, que no deseo narrar por aquí, dado que murió a base de machetazos y descuartizada, levantándome el estomago con una narración desgarradora, tripas higadillos, pulmones y demás vísceras incluidas.
Al dia siguiente, Sabado, aprovechando la celebración de la misa, presente mi dimisión irrevocable a Don Jose, diciéndole que lo acordado era permanecer solo hasta mediados de Agosto, a cambio de cien euros y una caja de sultanas de las monjas. Don Jose me respondio con otra pregunta, si consideraba que Antoñito, a pesar de su brazo vendado y su leve cojera estaba en condiciones de hacer su trabajo. Aunque debia contestarle que estaba en condiciones de ser ingresado en un centro de paralíticos de parpados para arriba, le dije que estaba plenamente capacitado y que como podía comprobar no faltaba una sola tarde a la iglesia.
Y por fin, el ultimo domingo de Agosto, entre las misas de las 9 y las 12 de la mañana, Don Jose me llamo a la sacristía, y sacando dos benditos y maravillosos billetes de cincuenta euros, me los entrego dándome las gracias por el trabajo realizado, diciendome que se las apañaria con Antoñito como pudiera y que al acabar la jornada ya no tenia que venir mas. Posteriormente, extrajo de su bolsillo un pequeño objeto, era un rosario de pétalos de rosa para que “rezara a fin de que se resolvieran mis problemas económicos”. Le indique a Don Jose que, tal como habiamos quedado, el “detallito” debia ser una caja de sultanas de un convento, algo alimenticio que llevarme a la boca, y para mi sorpresa, sacando una bolsa de plastico, me dice que habia venido un sobrino suyo de Extremadura, que le había dejado, como todos los años, un surtido de chacinas de su pueblo, por lo que me obsequiaba con un buen “socialista picante de su tierra”. El contenido de la bolsa, era un maravilloso e inmenso chorizo picante, que afortunadamente, me ayuda a mitigar el hambre aunque ya me queda mas bien poco para acabar con el. Posteriormente, me clasifica como “pobre de segunda categoría” es decir, con trabajo pero escasos recursos económicos y me facilita un nombre de alguien de caritas parroquial, para en caso de necesidad acudir alli para que me auxilien aunque me dice que están desbordados y que había mucha gente desesperada por lo que solo debia hacerlo en caso de extrema necesidad.
El chorizo de marras 
Y asi, aquel domingo por la tarde, tras finalizar la misa entregue la llave de la sacristía a Antoñito, despidiendome de mi “trabajo de verano” viendo como el susodicho, con sus amigos el Perez y el pescaero se alejaban discutiendo a gritos sobre la nueva ráfaga que le habian hecho a una virgen que iban a coronar.
No se si en invierno las cosas cambiaran, pero he encontrado una iglesia anticuada, obsoleta, llena de frikis y personas mayores, en fin al menos le he sacado cien eurillos, menos da una piedra aunque he de decir que he aguantado carros y carretas, lo que hay que hacer para llegar a fin de mes…..

1 comentario:

Elena dijo...

Hombre, menos mal. Que abandones tu trabajo de sacristán, no quiere decir que dejes de escribir, porras. Que nada más que te mueve el chorizo, porras.