miércoles, 11 de febrero de 2009

El desempleo y las lentejas con chorizo



Ahora que en estos días veo que mucha gente pierde su trabajo, o sufre una reducción de su sueldo, me ha venido a la memoria lo que me sucedió con el primer trabajo que tuve.
En esa época yo era estudiante, y los mandamases que gobernaban subieron las tasas universitarias un 6% ...de media. En realidad, la subida para escuelas técnicas , como era mi caso, comparada con la del año anterior era del 22, 4%. Como mi padre tenia una pensión escasa, pude sentir el miedo de no poder matricularme de las asignaturas que quería por problemas económicos, así que solo quedaba una alternativa: un trabajillo que, con una duración máxima de un par de meses me permitiera ganar lo suficiente para pagar la matricula aunque no pudiera ir a clase el primer mes del curso.
Mi padre, recurrió a algunas de sus amistades y, para mi desgracia, un hijo de un intimo amigo suyo se ofreció a colocarme de vendedor en la empresa para la que trabajaba, donde hacia falta gente. Angelito, así se llamaba, llevaba un año y medio de comercial y decía que le iba muy bien. Tras hablar con el, me dijo que me presentaría al director comercial, y dado que había una campaña en marcha me admitirían sin muchos requisitos.
La entrevista de trabajo fue muy corta con un hombre calvo, con pelo en los laterales, y un extraño caracolillo en el frontal de la calva, algo que, junto a sus gafas de montura negra y sobre todo a su acento gangoso, arrastrando las “erres” hacia, lo digo sinceramente, muy difícil no reírse delante de su cara.
El trabajo en si, no era sino una campaña de promocionar y vender una tarjeta de fidelizaciòn de la empresa, y mientras que Angelito tenia un contrato en toda regla, con un salario fijo, a mi lo que me hicieron firmar era una especie de contrato basura o contrato mercantil, donde no había salario ni sueldo, era a comisión y quizás por eso, porque nadie lo quería, no hubo problemas para conseguirlo. La primera semana, con un vendedor experto, debía ir con el para “aprender”, y por supuesto no ganaría nada de dinero, pero serviría como practica de venta. La segunda semana, tenia que desenvolverme por mi cuenta y riesgo en algunos lugares específicos con los que la empresa había concertado telefónicamente que un agente de ventas se pasaría para ofrecer la tarjeta. Aquí si que ganaba a comisión los contratos de tarjeta que hiciera y al acabar esa semana, los nuevos comerciales se reunirían con el gangoso para exponerle los resultados obtenidos, paso previo para los mejores vendedores conseguir un contrato laboral mas serio que sí ofrecía un salario fijo y comisiones.
La primera semana fue terrible, el vendedor veterano era un loro parlanchín, y encima la campaña se centraba en visitar polígonos industriales, en la periferia de la ciudad. Quizás, porque el tio hablaba por los codos, conseguía buenos resultados, la gente para que los dejara en paz solicitaba la dichosa tarjeta y se le notaba experiencia y mucha maña en el trato con la gente. La segunda semana, ya sabiendo que trabajaba a comisión se convirtió para mi en una autentica obsesión: 48 era la cifra mágica. Cada 48 contratos, este pobre estudiante podría pagar el importe de una asignatura. Y así, recibiendo al principio de la semana una larga lista de lugares que visitar, casi todos ellos situados en la periferia de la ciudad. me puse manos a la obra, obteniendo un pobrísimo resultado. A pesar de mis esfuerzos, de gastar suela de zapatos, con mi mala suerte solo conseguí que se interesaran por la puñetera tarjeta 32 personas, estaba claro que no servia para ser vendedor.
Al principio de la semana siguiente, había llegado la hora de rendir cuentas ante el gangoso el cual de esta forma sabria si eramos buenos vendedores. Ese fatidico dia, nos citaron a las 4 de la tarde, con vistas a que por esa mañana pudiéramos hacer visitas. A mi casa llegue para el almuerzo con mucha hambre y tuve la mala suerte de que mi madre me había preparado un enorme plato con dos ristras de buen chorizo de matanza de la sierra que nadaban entre una copiosa cantidad de lentejas, que, debido al hambre con que llegue a casa fueron engullidas rápidamente.
Faltaban diez minutos para la reunion cuando pude entablar conversación con los noveles compañeros. Cada caso, cada vida, era un reflejo del mercado laboral. Entre los siete que éramos, habia dos licenciados universitarios que, hartos de buscar empleo infructuosamente tuvieron que coger este trabajo, otro vendedor estaba casado y vivia con los suegros por no poder comprarse un piso, y asi, entre rumores de que a finales de mes harían contrato a tres de nosotros, entramos en una pequeña sala con una mesa circular donde, además del gangoso apareció un hombre enchaquetado, fumando un puro enorme, con un rostro muy serio que resultó ser el subdirector comercial de la entidad. El gangoso comenzó dándonos las “gdacias” por el “esfuedzo dgealizado” y que cada uno dijera su nombre y cuantas contratos de tarjeta habia conseguido. Para mi desgracia, las lentejas con chorizo comenzaron a pasarme factura. La digestión, el estomago, exigían que determinados gases que se habían producido en mi cuerpo fueran expulsados del mismo con celeridad y diligencia. Dado que estaba en una reunión con muy poca gente no podía abandonarla, asi que decidi dar ordenes rigurosas a mi esfínter para que, permaneciendo cerrado no dejara pasar esos molestos gases hasta que finalizara la misma, esperando que la reunion fuera breve. Mientras cada uno se presentaba y autoalababa su trabajo, la masa de gases comenzó a incrementarse, y a presionar con mas fuerza por salir de mi cuerpo. Mi esfínter cerrado a cal y canto, fue apretado aun mas para que aguantara los embates de la masa gaseosa, pero ello hizo que los gases subieran por mi vientre causandome una sensación de malestar general, y a duras penas podia contenerlos. Mi rostro comenzó a mostrar a los presentes una sensación de pena y de dolor que trataba inútilmente de disimular. Un minuto después, tuve que comenzar a moverme en la silla donde estaba sentado, apoyando una nalga en el asiento e inclinándome 30 grados apretando fuertemente mi esfínter a fin de contener el ímpetu de esos gases molestos. Como si fuera un diapasón, me movía de un lado a otro de la silla, cuando me toco el turno de palabra. Con rostro descompuesto, dije mi nombre, las pocas ventas que habia realizado y, sin muchas ganas de hablar como los otros que loaban a la empresa, cedi mi turno al compañero de al lado. Mientras este disertaba sobre sus ventas, decidí abrir un poco mi esfínter, con disimulo y gran cuidado a fin de que no se escuchara la salida forzada de gases de mi cuerpo. ¡Piiip!. Con horror, detuve la salida de gases de inmediato, había sonado un pequeño pitido y los que estaban a mi lado volvieron si rostro hacia mi. El turno de palabra, pasò a otro vendedor, bastante pesado y enrollado, que parecía que hablaba en un parlamento en vez de para un grupo de aspirantes a vendedores. Durante su disertación, la gran nube gaseosa acumulada en mi cuerpo había adquirido dimensiones enormes, un dolor de barriga inmenso subía desde mi bajo vientre hasta el estomago, y fue cuando decidí que no me quedaba mas remedio que evacuar o reventar por culpa de las dichosas lentejas. Con sumo cuidado y disimulo, me senté derecho en la silla, me eche hacia delante y abrí mi esfínter levemente. Durante segundos que me parecieron eternos, un pequeño pitido era apreciable, creo que por todos los componentes de la mesa. ¡Piiiiiiiipiiiiiiii…….! Y sin poderlo evitar, al final del pitido se escucho un ¡Prooooom.! enorme, seco y sonoro, que hizo que el del discurso se callara y el que estaba a mi izquierda empezo a reir a carcajadas mientras mi rostro adquiria un color rojo. El gangoso, dijo ¿Qué ha padado, que ha dsido eso?, el que fumaba el puro dijo: ¡Por Dios, que vergüenza, que poca educacion! ¡Un respeto, esto es una reunion de trabajo!.A los pocos segundos, un olor apestoso inundaba la sala, y se mezclaba con el olor a puro habano, contaminando el ambiente mientras que el compañero de al lado reia a carcajada limpia y el gansoso dijo en su tonillo que “ si do fuedda cliente y viene un venddedo a peedse lo echo a da calle”, lo que hizo que el que estaba a mi lado se cayera al suelo desde la silla y empezaron a saltarseles las lagrimas, a tal punto que la reunion se tuvo que suspender. Muerto de vergüenza, una vez que salimos intente hablar con el gangoso para pedir disculpas, pero el del puro me cortó el paso,y señalando al de la risa y a mi, nos cito al dia siguiente en su despacho a las nueve, para “comentarnos algo de las ventas con mas detalle”.
De camino a mi casa, las dichosas lentejas hicieron que, aprovechando calles poco transitadas aliviara mis molestias, todas las ventosidades eran de la misma naturaleza, sonoras y bastante apestosas.
A la mañana siguiente, el señor del puro no estaba, había “salido” y su secretaria nos dijo a los dos que solamente era para darnos un cheque con nuestras comisiones e indicarnos que sobraba personal, que de momento no nos necesitaban pero que nos llamarían dentro de dos meses para otra campaña. (evidentemente no me llamaron mas)
Para mi desgracia, mi padre se enteró de lo sucedido por el padre del Angelito y tuvo una bronca enorme conmigo. Aquel año tuve que matricularme de dos asignaturas menos por culpa de las tasas dichosas.
Cosas de mi mala suerte, soy el único que ha perdido un trabajo por culpa de unas lentejas con chorizo……

7 comentarios:

La chica de ayer dijo...

Ay, no imagino nada peor que ser comercial: PORQUE YO LO HE SIDO Y NUNCA MAIS!!!!!!!!!!!

Malone dijo...

mejor perder un ´trabajo que un estómago.me reí mucho
un abrazo y un trébol de 4 hojas

fag dijo...

vaya, por el momento déjame felicitarte por la foto del perfil.
buenísima.
del texto ni zorra porque aún no me lo he leído, de aquí 19h. tengo que pillar un vuelo y no llegaría a tiempo ;)

lo leo en cuanto tenga tiempo.

saludos.

YAIZA dijo...

Buenísimo, esgrasiao, lo cuentas con una gracia que me parto de risa.
Te entiendo perfectamente, yo he tenido algunos momentos así, pero sin llegar a soltarlos, pero que mala me pongo...y no por la comida sino porque padezco de colon irritable.
El vídeo se las trae ya lo he visto varias veces y sigo riendome igual que el primer dia.
Un abrazo.

Brie dijo...

jajajajajja!! lo siento, no puedo evitarlo, jajajaja! :D qué terrible :p

Anónimo dijo...

Ja jaa me he reido y te juro que no has sido el unico...

Es el tercer blog en que leo esto... Yo, yo...

Tendré que recordar alguno de estos detalles...

Álvaro dijo...

Jaja, ¡A veces pasa!

Acabo de llegar aquí gracias al link que me dejaste hace unas semanas. ¡Me apunto tu blog!

(Espero que por ello no tenga mala suerte)

Un saludo!